He hecho varios platos con cardos, unos congelados, y otros de bote. Hacerlas con cardos recién cosechados y cocidos no tiene comparación. Lo que sí tiene es mucho trabajo, bastante. Pero si tienes tiempo y quieres apreciar la diferencia: hazlo.
En primer lugar compramos en nuestra frutería de confianza un buen manojo de cardos, unas ocho pencas más o menos.
Las separamos una a una y las lavamos bien. Para limpiarlas podemos usar el pelapatatas, pero a mí no me gusta, prefiero el cuchillo de siempre.
Retiramos la telilla de la parte de atrás y retiramos los hilillos que tiene por la parte de delante. Vamos cortando en trozos de unos 3-4 centímetros. Hacemos un corte parcial de atrás hacia adelante y seguimos retirando los hilillos que quedan. Es pesado pero para que salgan buenos es necesario. Al final de proceso podéis ver la cantidad de telillas e hilillos que se han retirado
Previamente habremos preparado un recipiente con agua fría y unas ramitas de perejil. En todos sitios hablan de limón, pero lo he comprobado con otros alimentos y pienso que el perejil es el mejor antioxidante, además el limón le añade mucho sabor y pierde el propio del cardo.
Una vez limpios todos los cardos, ponemos una olla al fuego con otras dos ramitas de perejil, en otros sitios hablan de dos cucharadas de harina, como podéis comprobar yo he usado el perejil y perfecto. Cuando el agua empiece a hervir añadimos los cardos. Esperamos que vuelva a ebullición y bajamos a fuego medio. A los diez minutos ponemos a escurrir los cardos y cambiamos el agua, el misterio de esto es que una gran mayoría de veces el cardo amarga con la primera cocción, por lo que se recomienda cambiar el agua a los diez-quince minutos. Cuando empiece a hervir de nuevo añadimos otra vez los cardos y salamos. Esta vez esperamos a que estén en su punto, podemos comprobarlo de vez en cuando con un tenedor.
Es algo trabajoso, pero como os he comentado antes, si tenéis tiempo, saben mejor.
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